Por Carolina Mella, académica de la carrera de Nutrición y Dietética de la U.Central Región de
Coquimbo.
El agua es esencial para la vida humana ya que nuestro cuerpo la requiere para casi la totalidad de
las reacciones químicas que tienen lugar en su interior. A pesar de que el planeta está compuesto
por aproximadamente un 71% de este elemento, no toda esta cantidad es apta para el consumo
humano; solo alrededor de un 2.5% del agua es dulce.
En la actualidad, enfrentamos una seria crisis hídrica a nivel mundial y esta situación se ha
agravado en nuestra región debido a la escasez de lluvias durante el último invierno. Numerosas
plantaciones han sufrido las consecuencias de esta situación, resultando en pérdidas significativas
de producción agrícola.
Es importante tener en cuenta que la producción agraria requiere entre 500 y 4,000 litros de agua
para producir 1 kilo de cereales. Por lo tanto, el futuro de la producción de ciertos alimentos se
vuelve cada vez más incierto a medida que la escasez de agua persiste. Los esfuerzos actuales se
centran en priorizar cultivos que requieran menos agua y en buscar nuevas tecnologías que
contribuyan a este objetivo.
El llamado constante es a utilizar con responsabilidad este recurso, que, como cualquier recurso
natural, no es infinito. En el Día Mundial de la Alimentación, conmemorado el 16 de octubre, el
lema de este año es “El agua es vida. El agua nutre. No dejar a nadie atrás”. Tal vez, a quienes
hemos estado dejando atrás son a las generaciones futuras, que se enfrentarán a esta escasez
hídrica en su punto más crítico.
¿Podemos hacer algo para contribuir a esta inminente realidad? Si bien es fundamental continuar
trabajando en estrategias a gran escala, también debemos concientizar diariamente sobre la
cantidad de agua requerida para la producción de agua que luego se pierde con su desecho. La
clave de estos mensajes es buscar estrategias efectivas para educar a la población y alentar
acciones cotidianas, que son probablemente uno de los puntos más débiles en esta problemática.
La alimentación saludable y sostenible requiere acciones concretas a nivel gubernamental y local.
Para que estas medidas se materialicen es fundamental educar a la población sobre la importancia
de estas acciones y brindar espacios donde podamos compartir diversas formas de consumir
alimentos y conservarlos, reduciendo así el desperdicio.
Los profesionales de la salud tienen mucho que aportar en este sentido, pero necesitamos más
espacios para difundir estas estrategias. No debemos limitarnos a discutir estos temas y comentar
la gravedad de la situación; más bien, debemos involucrar a toda la sociedad en esta problemática
y abordarla de manera conjunta, para que las generaciones futuras no sigan quedando atrás.